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¿Son necesarios los plaguicidas en las cosechas?

En el mundo se utilizan más de 1000 plaguicidas para evitar que las plagas estropeen o destruyan los alimentos. Cada plaguicida tiene propiedades y efectos toxicológicos distintos. Pero en los últimos años se han alzado algunas voces que ponen en entredicho su utilidad y advierten de sus riesgos para la salud.

¿Son necesarios los plaguicidas en las cosechas?

 

Ahí dos puntos de vista sobre los que están a favor y en contra, comparemos los dos argumentos.

A FAVOR DE USAR PESTICIDAS

Podrá decirse que los productos fitosanitarios o plaguicidas tienen efectos nocivos, pero eso sólo es cierto si se utilizan de un modo inadecuado, desautorizado o abusivo. Su uso responsable y equilibrado no proporciona más que ventajas para el productor y para el consumidor, y no deja de ser una muestra más de los avances que se incorporan al aprovechamiento racional y productivo de los recursos naturales.

Los productos fitosanitarios o plaguicidas se emplean para dar salud a las plantas, aumentar su producción por hectárea y mejorar la calidad de la cosecha facilitando su conservación y contribuyendo a una mejor conservación.

Sin su uso desaparecerían bosques y selvas, pues se incrementaría la superficie necesaria para la producción de alimentos. Contribuyen a que dichas plantas crezcan sin plagas, enfermedades y malas hierbas, por lo que permiten trabajar año tras año los mismos cultivos. Han propiciado la “revolución verde”, mejorando genéticamente las plantas y permitiendo que su capacidad productiva sea superior.

Los plaguicidas han liberado una gran cantidad de mano de obra en el campo, favoreciendo a la industria y a los servicios y permitiendo que los agricultores tengan un mejor nivel de vida al aumentar las producciones.

Los productos son más fáciles de almacenar y se evitan las pérdidas de la cosecha en los almacenes; además, con ellos se dispone de reservas de mercancía a lo largo del año y para años posteriores.

Permiten conservar las frutas y las hortalizas durante el transporte sin que las enfermedades hagan estragos. Eliminan los parásitos –moscas, mosquitos, chinches, pulgas, piojos, cucarachas, hormigas...–, de algunos de los cuales ya sólo se tiene conocimiento por los libros y las enfermedades transmitidas por los insectos o roedores, como la fiebre amarilla o la peste. Facilitan la recolección, al no existir malas hierbas que impidan el buen funcionamiento de las cosechadoras. Las cosechas son más limpias y de mayor calidad.

 

¿Son necesarios los plaguicidas en las cosechas?

EN CONTRA DE USAR PESTICIDAS

Si aceptas los datos de las investigaciones científicas sobre las graves secuelas que ha acarreado la química agraria... Si sumas nombres como Bhopal y Union Carbide o el Rhin y la Sandoz de Basilea, dos de las mayores catástrofes ambientales de la historia, entonces no te cansas de proponer la erradicación de unos venenos en absoluto necesarios.

Antes de la era química se perdía del 30 al 35 por 100 de las cosechas. Ese porcentaje se mantiene casi sin disminución tras contaminarlo todo y erosionar el suelo. Incluso si los plaguicidas hubieran conseguido un incremento espectacular de los rendimientos agrarios, es tan grande la factura sobre la salud de las personas y del ambiente, que nada hay tan sensato como rechazarlos.

La universidad americana de Cornell demostró que si éstos se dejaran de usar, los costes de explotación descenderían un 9 por 100, y las cosechas, un 4 por 100, disminuciones más que compensadas por la cadena de beneficios ambientales desplegados por la no contaminación del agua, el aire y el suelo.

Según la Organización Mundial de la Salud, tres millones de personas sufren cada año envenenamientos por pesticidas, con unos 20.000 fallecimientos.

Además, la Academia de las Ciencias de Estados Unidos estima que 28 plaguicidas pueden causar cáncer. Es cierto que la mayoría de las sustancias permanecen poco tiempo en el ambiente, pero pueden recombinarse con efectos aún menos conocidos.

Hay insecticidas en todos los rincones del planeta, incluso en las aguas subterráneas. Está demostrado que menos del 1 por 1.000 de los biocidas alcanza su objetivo; es decir, el 99,9 por 100 de cada kilogramo de insecticida acaba contaminando el agua, el suelo y el aire. Parece, pues, más una adicción a una peligrosa droga que una racional gestión de lo más crucial: la alimentación correcta de nuestro organismo, algo a nuestro alcance con los métodos ecológicos de la agricultura.


Y tu? Habiendo elido las dos posturas, cual crees que es la apropiada?