El arruí o muflón del atlas, fue introducido en la década de los 60-70 en Sierra Espuña y las islas Canarias (Cañadas del Teide y calderas de Taburiente)
Los ingenieros de montes del antiguo Icona decidieron introducir en base al exclusivo interés de ciertos grupos influyentes de cazadores de la zona algunos ejemplares de arruís o muflones del atlas, ajeno a todo criterio científico de conservación y en beneficio de ciertos intereses cinegéticos. Unos animales exóticos que muy pronto se adaptaron a los roquedos serranos. Hoy día una de las amenazas para la flora de este parque natural y de las sierras colindantes alicantinas. Muy pronto se distribuyeron por el sur de Alicante y norte de Almería.
Estos herbívoros comen al día entre 3 y 4 kilos de yerba al día y hacen estragos halla por donde pasan
En sierra Espuña, bastión peninsular de esta especie invasora se aboga por su exterminio y reintroducir a la cabra montés hispánica una especie que hasta el siglo XIX formaba parte del paisaje del sureste de España, pero parece que las autoridades se han rendido a los intereses cinegéticos
Procedente del norte de África, el arruí llega a pesar hasta 140 kilos en los machos con 90-100 centímetros de cruz y 75-90 en las hembras su hábitat natural son exclusivamente los macizos norte africanos, subsaharianos, y saharianos, desde el Tibesti del Chad hasta las vertientes meridionales del atlas marroquí y los acantilados de Mauritania.
Muchos grupos ecologistas abogan por su erradicación, siempre en contra de matar a estos seres vivos, como solución fácil y barata, cuando existen otras alternativas como la esterilización para que el arruí no siga reproduciéndose, o el traslado al norte de África de donde es originaria esta especie.
Con respecto a las canarias y donde su presencia es más numerosa (Las calderas de Taburiente) se mantiene a raya su propagación pese a que actualmente, desde noviembre de 2011, figuran en el listado y catálogo español de especies exóticas invasoras, continúan refugiándose en manadas en las zonas más abruptas del principal espacio natural protegido de La Palma y provocando estragos en la cubierta vegetal del valioso ecosistema del entorno. No se conoce con exactitud el número de arruís que pululan por los puntos más escarpados de la Isla, aunque se cifran en varios cientos.
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