El aumento estos últimos años de
precipitaciones en el medio oeste de Estados Unidos ha contribuido a
incrementar la zona muerta del Golfo de México, un área carente de oxígeno e
inhabitable que tiene el nada honroso récord de ser la mayor en el mundo: 2.729
km2, un poco más grande que Luxemburgo, un país de Europa central. Así lo
asegura Ian Hendy, biólogo marino de la Universidad de Portsmouth, en Estados
Unidos.
El origen de la zona muerta del Golfo de México , se
cocina tierra adentro, en las áreas de cultivo del cinturón maicero
estadounidense. Los fertilizantes que se emplean en esta industria son
‘lavados’ por las lluvias y llegan hasta el río Mississippi. Luego, viajan
cientos de kilómetros a lo largo de la costa de Luisiana hasta las aguas de
Texas y finalmente desembocan en el mar. La gran cantidad de nutrientes de los
plaguicidas, tales como el nitrógeno y el fósforo, estimulan una explosión de
algas microscópicas creando gigantescas ‘floraciones’. Esto es el principio de un
fenómeno natural que directamente acaba con las reservas de oxígeno en el agua.
Al morir, los desechos orgánicos de las algas son degradados por bacterias cuyo
trabajo es descomponerlos. Pero al ser tantas las algas que crecen a causa de
los nutrientes de los plaguicidas, las bacterias usan todo el oxígeno que
tienen disponible, vaciando las reservas del agua. Así es como cada verano “una
gran parte del Golfo de México muere”. Ante la falta de oxígeno los seres vivos
deben abandonar la zona o compartir el destino de moluscos, corales, esponjas y
otros organismos estáticos que terminan sucumbiendo.
Se trata de una debacle ecológica
que, pone en riesgo no solo este ecosistema sino toda la vida en la Tierra: “Si
seguimos perdiendo los servicios ecosistémicos
como los hábitats costeros y las áreas de desove al ritmo actual, pronto las zonas muertas no
serán solo un área del tamaño de un estado, sino de todo el Golfo e incluso de
los océanos”.
Si bien ya se dan algunos pasos para
frenar este desastre, como la absorción de fertilizantes agrícolas a lo largo
de las vías fluviales, o la filtración de los nutrientes antes de salir del
Mississippi, queda claro que los agricultores estadounidenses deben disminuir
en gran medida el uso de nitrógeno y fosfatos que usan para esta industria.
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