La fuga produjo un charco en el que se detectaron unos 140 becquereles por litro de estroncio radiactivo.
Representantes
de la operadora de la central, Tokyo Electric Power (TEPCO), aseguraron
que este agua no ha llegado hasta ninguna zanja ni desagüe que conduzca
al mar.
Explicaron también que la fuga se produjo
cerca de una válvula de drenaje, pero que ésta permanecía cerrada, por
lo que la eléctrica aún investiga el origen de la filtración.
Por
el momento, ingenieros de la planta han apuntado a la posibilidad de
que se deba a unas juntas defectuosas en la barrera que rodea el área de
almacenamiento.
Esta barrera está levantada a base de bloques de hormigón unidos mediante soldadura o fijaciones metálicas.
Tepko subrayó que el agua radiactiva no llegó al mar, ya que los empleados actuaron de inmediato para evitarlo. Cabe recordar que, pese a las medidas adoptadas por Tepko en Fukushima, periódicamente se detectan fugas de agua radiactiva al mar.
El pasado 8 de agosto, el Ministerio de Economía, Comercio e
Industria de Japón reveló que diariamente se vierten al subsuelo 1.000
toneladas de agua desde la central nuclear, de las cuales unas 300
contienen sustancias altamente radiactivas que llegan al océano
Pacífico.
Desde entonces, las fugas de agua radiactiva no han cesado y han hecho que en el último mes los niveles de radiactividad en Fukushima se hayan disparado hasta picos de 200.000 becquerelios por litro, capaces de matar a una persona.
La Compañía Eléctrica de Tokio (TEPCO) sospecha que las fugas radiactivas se deben al desgaste de la resina que une las placas de acero que forman los tanques en los que se almacena el agua contaminada de Fukushima, a pesar de que se trata de un compuesto especial, precisamente, para evitar la permeabilidad.
Si bien, ha admitido errores de todo tipo. Entre ellos, que los trabajadores se dejaran abiertas las válvulas que controlan la entrada de agua contaminada desde los reactores a los tanques, la ausencia de contadores en todos los tanques y las escasas patrullas alrededor de los tanques para comprobar que no hay fugas radiactivas.
Asimismo, un informe del Comité Científico de la ONU sobre los Efectos de la Radiación Atómica ha alertado esta misma semana de que los criterios y métodos utilizados por las autoridades y empresas japonesas para medir la radiación a la que estuvieron sometidos los trabajadores de la central nuclear de Fukushim después de la fuga radiactiva desestiman ciertas radiaciones, por lo que el nivel global de las mismas podría ser hasta un 20% superior a lo que se creía hasta ahora.
Desde entonces, las fugas de agua radiactiva no han cesado y han hecho que en el último mes los niveles de radiactividad en Fukushima se hayan disparado hasta picos de 200.000 becquerelios por litro, capaces de matar a una persona.
La Compañía Eléctrica de Tokio (TEPCO) sospecha que las fugas radiactivas se deben al desgaste de la resina que une las placas de acero que forman los tanques en los que se almacena el agua contaminada de Fukushima, a pesar de que se trata de un compuesto especial, precisamente, para evitar la permeabilidad.
Si bien, ha admitido errores de todo tipo. Entre ellos, que los trabajadores se dejaran abiertas las válvulas que controlan la entrada de agua contaminada desde los reactores a los tanques, la ausencia de contadores en todos los tanques y las escasas patrullas alrededor de los tanques para comprobar que no hay fugas radiactivas.
Asimismo, un informe del Comité Científico de la ONU sobre los Efectos de la Radiación Atómica ha alertado esta misma semana de que los criterios y métodos utilizados por las autoridades y empresas japonesas para medir la radiación a la que estuvieron sometidos los trabajadores de la central nuclear de Fukushim después de la fuga radiactiva desestiman ciertas radiaciones, por lo que el nivel global de las mismas podría ser hasta un 20% superior a lo que se creía hasta ahora.
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