La FAO alerta de que el 80% de los caladeros mundiales están
sobreexplotados. El 30% de las especies marinas están por debajo del
límite biológico de seguridad. Cada día crece el temor de que no puedan
regenerarse. En pocos años, los mares quedarán esquilmados y
desaparecerá el sector pesquero como agente económico. Como ya ha
sucedido con los caladeros europeos. Desde los mares del Norte, al golfo
de Vizcaya, Cantábrico y el Mediterráneo han agotado y destrozado el
hábitat de la mayoría de especies. Este agotamiento se debe a la pesca
de arrastre con redes kilométricas, los cercos que atrapan hasta a las
crías, uso de luces potentes, del sonar, del radar y del servicio de los
satélites que buscan vida en los mares para destruirla. De niño, yo oía
hablar de la pesca con dinamita en las rías gallegas, con luces y con
artes prohibidas.
Por eso nuestras flotas europeas se fueron en busca de ricos
caladeros de África, Latinoamérica y Asia. En muchos países se sirvieron
de gobernantes sin escrúpulos, de la falta de medios para defender la
pesca en sus aguas, o de falsas empresas mixtas que esquilmaban sus
riquezas y se servían de una mano de obra explotada y que viven como
exiliados en sus propios mares.
¿Acaso no hemos esquilmado los caladeros del Gran Sol, mar de Barents
y otros muchos? ¿No es cierto que el 93% del bacalao del mar del Norte
es capturado antes de desovar?
No se han respetado las vedas, ni los tamaños, ni sus migraciones, ni
la regeneración de sus espacios naturales. Hemos arrasado allá por
donde hemos pasado, no sólo europeos, sino rusos, norteamericanos,
chinos y japoneses, junto a empresas de otros países que pescan,
preparan y envasan con sus marcas propias.
Hemos visto el exterminio de gran parte de ballenas y otros cetáceos,
aunque el 90% de su carne sirviera para fabricar piensos para cerdos,
aves y otros animales. Japón se escuda en la “investigación científica”
para cazar millares de ejemplares cada año, aunque sólo utilicen para
sus exquisiteces gastronómicas, como sucede con las aletas de tiburón.
Los científicos alertaban, organizaciones de la sociedad civil
denunciaban y se arriesgaban en la defensa de esos espacios marinos.
Pero los gobiernos y los medios cerraban los ojos porque se trataba de
los intereses económicos de los más “desarrollados”.
La sobrepesca tiene, además, efectos devastadores sobre los ecosistemas,
que van más allá del impacto directo que se ejerce en las especies
capturadas, pues una variación notable y repentina del número de
ejemplares de una especie puede ejercer una presión intolerable en su
medio ecológico. Por ejemplo, si se eliminan la mayoría de las truchas de un río, las carpas se colocarán en una situación predominante que impedirá indefinidamente el restablecimiento de la población de truchas.
La sobrepesca no es un fenómeno nuevo, pero fue en el siglo XX cuando
empezó a amenazar al planeta en su conjunto. Afecta tanto a los
recursos pesqueros como al entorno (arrecifes, calidad de las aguas, eliminación del plancton).
El incremento de la presión pesquera por parte de los países ricos va
desplazando a los pescadores locales de sus fuentes tradicionales de
captura, lo que redunda tanto en el empobrecimiento de las zonas donde
los pescadores locales ya no pescan, como a que la población autóctona
pierda una fuente de alimento muchas veces fundamental para su
subsistencia.
La creación de arrecifes artificiales y la gestión racional de las
capturas puede permitir la conservación de las especies actuales e
incluso la recuperación de aquellas agotadas para la explotación
comercial. En cambio, la acuicultura
debe someterse a profunda revisión, pues en muchas ocasiones resulta
contraproducente. La actitud responsable de los consumidores al elegir
los alimentos que compran puede ser también fundamental, pues es en
definitiva la presión de los compradores la causa de que peces y
mariscos sean puestos a su disposición en los mercados, y por tanto
seleccionar especies adecuadas y ejemplares no inmaduros puede ser la
clave para que no se produzca sobrepesca.
Malas artes de pesca como de arrastre o redes a la deriva arrasan todo a su paso.
Causas de la sobreexplotación pesquera
La principal causa
de la disminución de los recursos pesqueros y de su sobreexplotación
reside en la ineficacia para controlar y reducir la capacidad de las
flotas.
- Demasiados barcos y pocos peces: la capacidad de las flotas pesqueras es excesiva para los cada vez más escasos recursos.
- Caladeros esquilmados en poco tiempo: desde que se descubren nuevos caladeros hasta que se explotan sin contemplaciones transcurre cada vez menos tiempo.
- Política pesquera de la Unión Europea: la UE ayuda a la flota pesquera europea con una cifra anual cercana a los 1.400 millones de euros. Según el WWF, gran parte de esa cantidad se invierte en incrementar la capacidad pesquera. Y si el principal problema de la flota pesquera europea es la sobrecapacidad, no parece muy lógico -según WWF- que el mayor montón de los Fondos Estructurales de la Unión Europea para la Pesca (Fondos IFOP) vaya destinado a la modernización y construcción de buques.
El impacto de la sobrepesca
Afecta al medio marino
El excesivo esfuerzo
pesquero está conduciendo a la desaparición de numerosas especies de
peces; pero, además, la actividad pesquera con malas prácticas es una de
las causas principales de destrucción del medio marino. La pesca con
pesos, plomadas y redes que se arrastran por el fondo del mar puede
devastar los hábitats marinos. Un ejemplo muy ilustrativo: una red de
arrastre de tamaño medio puede destruir en el Mediterráneo hasta 363.000
brotes de posidonia (planta que crece en el fondo del mar) por hora.
Peligro para varias especies
Un estudio de 1999 (OSPAR, 2000) sobre el Atlántico Nororiental puso
de manifiesto que 40 de los 60 principales stocks comerciales estaban
"fuera de límites biológicos de seguridad" o, en otras palabras, que son
objeto de una gran sobreexplotación. Se ven afectadas no sólo especies
bien conocidas como el bacalao, el atún rojo, el lenguado y la merluza,
sino también el rape, el gallo, la raya común y el bagre manchado.
Muchas de las especies que se pescan en el Mediterráneo están también
sobreexplotadas, caso de la merluza, el atún rojo, el salmonete y la
cigala.
Capturas accidentales y descartes
Hay especies que no son objeto de pesca, como mamíferos marinos,
aves marinas, tortugas u otras especies, que pueden resultar atrapadas
de forma no intencionada por las artes de pesca. Tras ser capturadas se
devuelven al mar, pero a menudo muertas. Algo similar ocurre con los
peces demasiado pequeños como para alcanzar un precio razonable en el
mercado o que están por debajo de la talla mínima legal permitida.
Peligro para la pesca de los países en desarrollo
Los subsidios de la Unión Europea promueven que las flotas europeas
salgan a pescar frente a las costas de países en vías de desarrollo,
como algunos de Latinoamérica y del oeste de África. Esa pesca, que es a
menudo no sostenible, representa una amenaza para las comunidades
pesqueras locales que dependen de la pesca como fuente principal de
alimento.
Ahora todos se echan las manos a la cabeza mientras las grandes
potencias, España incluida, envían sus flotas de guerra con decenas de
miles de marinos y de soldados, aviones, helicópteros, armas y las más
modernas tecnologías espaciales para proteger a los corsarios de nuestro
tiempo: las flotas pesqueras que esquilman desde hace décadas las aguas
de Somalia bajo la farsa de que están en “aguas internacionales”. No
hay que olvidar que, en Djibuti, Estados Unidos tiene una de sus mayores
bases militares y que el Golfo de Adén es crucial en la estrategia
occidental.
Los modernos piratas han invadido y esquilmado aprovechándose de la
falta de gobiernos y de administraciones eficaces en esos países. La
Unión Europea, el G8 y la ONU tienen graves responsabilidades por no
ayudar a restaurar la convivencia cívica y política en esos países.
No hay comentarios:
Publicar un comentario