Las Lumbricus terrestris son originarias de Europa, pero ya han conquistado el resto de continentes, a excepción de la Antártida. En general, suelen llegar a medir en torno a 30 centímetros, aunque pueden crecer más. Estas pequeñas criaturas tienen una gran influencia en los ecosistemas terrestres en los que habitan, ya que benefician la fertilidad de los suelos y el crecimiento de las plantas, lo que además redunda en el beneficio del resto de los organismos vecinos.
las deposiciones de las lombrices de tierra, que reciben el nombre de turrículos, son beneficiosas para un terreno, ya que concentran diversos nutrientes que incrementan su fertilidad. Es un abono natural muy efectivo.
Charles Darwin (1809 1882) publicó su último libro en 1881, y era un tratado sobre las lombrices de tierra en el que llevaba trabajando más de cuatro décadas. No fue una obra menor: en su época rivalizó en ventas con El origen de las especies (1859). Se cree que el interés de Darwin por estos gusanos y cómo participan en la formación del mantillo capa superior del suelo, formada principalmente por la descomposición de materias orgánicas surgió cuando tenía veintiocho años.
Han transcurrido casi 140 desde la publicación de su obra y el interés por estos invertebrados sigue vivo dada la decisiva influencia que tienen en la fertilidad de los suelos: a través de la formación de galerías, incrementan la porosidad del terreno y su aireación, así como la tasa de infiltración de agua; y convierten los residuos orgánicos en humus al desintegrar y reciclar material vegetal y animal en descomposición.
Los intestinos de La tierra, como Las denominó aristóteles, Llegan a ingerir treinta veces su propio peso cada día y esta actividad digestiva, junto a la de excavación, influye positivamente en el crecimiento de las plantas y el constante recambio de los nutrientes.
TURRICULOS |
En suelos cultivables, puede haber hasta trescientos ejemplares por metro cuadrado, aunque esa cifra en ocasiones es menor “debido a los depredadores, fertilizantes de amoniaco, ciertos insecticidas y alteraciones del suelo debido a la labranza”, apunta la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Asimismo, un estudio publicado en la revista Science y llevado a cabo en 56 países por un equipo internacional de 141 investigadores, coordinados por el Centro Alemán de Investigación de la Biodiversidad Integrativa de Leipzig, advierte de que el cambio climático también podría afectar a estos anélidos. La investigación ha analizado los patrones de su distribución a nivel mundial y ha determinado que su diversidad y número son mayores en las regiones templadas como Europa que en los trópicos.
Aunque los científicos que han elaborado este primer atlas global de lombrices no tienen del todo claro cómo responderán ante el cambio climático las 7.000 especies descritas hasta el momento, dado que los dos factores que más influyen en su reparto mundial son las precipitaciones y la temperatura, cabe suponer que la amenaza medioambiental podría afectarlas seriamente y, por tanto, a la labor que realizan en favor de los ecosistemas para los que trabajan.